martes, 1 de marzo de 2011

Cuando el pueblo se expresa en Medio Oriente...

Túnez, Egipto, Yemen, Jordania, Argelia, Bahréin, Irak, Libia, Irán, Marruecos. Los movimientos populares no son nuevos, sólo fueron opacados por la instauración discursiva de la “amenaza islámica” que se convirtió en sinónimo de Medio Oriente. Ahora, con la crisis neoliberal afectando las necesidades más básicas de las distintas poblaciones, estos movimientos tomaron otra fuerza.

Hay que tener mucho cuidado al homogeneizar: las reivindicaciones en cada caso son distintas (reformas políticas, económicas, demandas de cambios de regímenes, instauración de la democracia, mejora en los servicios); tampoco -desde un punto de vista geopolítico- estos países tienen el mismo peso para las potencias dominantes (Bahréin y Egipto, por ejemplo, son fundamentales en el mapa de Washington).

Pese a las diferencias, no obstante, pueden trazarse semejanzas dadas por la vertiginosa modificación de la configuración unipolar del sistema internacional. Todos los levantamientos son producto de la pobreza de los pueblos, llevados por sus gobiernos en sus respectivas alianzas con “Occidente” al establecimiento de economías neoliberales, y de la pujanza de las clases medias y de los jóvenes universitarios que, desempleados y haciendo un interesantísimo uso de las redes sociales, piden mayor participación en la configuración política y socio-económica de sus sociedades. En la mayoría de los casos, el “islamismo”, aquél fantasma izado por Occidente, está ausente.

Podemos encontrar también semejanzas entre las respuestas de los gobiernos atornillados en el poder: la violencia conservadora, los discursos (los gobernantes levantan ante sus antiguos protectores el fantasma islámico y ante sus pueblos aquél de la invasión occidental). Asimismo, los movimientos tienden a estar nucleados en torno a reivindicaciones más bien amplias o negativas que generan incertidumbre acerca del rumbo que su institucionalización puede tomar (habida cuenta de la segura intromisión de las potencias occidentales, sobre todo en algunos casos).

Es así como pueden establecerse analogías entre los movimientos en el mundo árabe y las revoluciones de los años 80/90 en Europa del este. Desde nuestro punto de vista, no tanto en el sentido de pensar a la democracia como un nuevo espíritu de la historia hegeliano, sino como síntomas de la caída de una potencia. El entramado de poder establecido y sostenido por Estados Unidos, luego de la derrota en Irak y de su empantanamiento en Afganistán/Pakistán, tiembla.

Por otra parte, ha quedado en evidencia que el universalismo occidental es un argumento de sujeción y no de liberación lo que puede pensarse a partir del análisis del rol jugado por Estados Unidos y la Unión Europea y su tibia y ambigua recepción de la cadena de acontecimientos. Los movimientos a favor de la libertad continúan estando protagonizados no por potencias dichas “benevolentes” sino por los pueblos organizados.

Apunte de Mariela Cuadro - Coordinadora del Departamento Medio Oriente
Instituto de Relaciones Internacionales (IRI) - Universidad de La Plata (Arg.)

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